10/1/09

Mensaje de Navidad del Arzobispo Innokentij de Corsún

Queridos padres, hermanos y hermanas, bienamados en el Señor.

Os saludo a todos, mis muy queridos, y os dirijo mis mejores votos con motivo de la magnífica y saludable solemnidad de la Natividad del Señor.

Ahora, Aquél que trajo todo desde la nada al ser –lo mismo lo que hay en el cielo que sobre la tierra- se presenta ante sus criaturas racionales y se les ofrece, escribe San Gregorio Palamas.

En efecto, la encarnación del Hijo de Dios, su misterioso nacimiento de la Siempre Virgen, es ante todo un inmenso e inefable don. Un don de Dios no únicamente dado a la humanidad en su conjunto, sino también a cada uno, hombres y mujeres concretos. El Hijo eterno de Dios, que nada lo puede contener, nace en un miserable pesebre, al fondo de una fría cueva, para salvar a cada uno de nosotros mediante el don de su propia vida y de su humanidad asumida, para iluminarnos, conducirnos en el camino de la Verdad y hacernos retornar a la casa del Padre celestial.

Por ello, la festividad de la Natividad nos aporta cada año un sentimiento siempre especial, muy profundo, incluso íntimo, de alegría y de esperanza. El sentimiento de que, de modo inexplicable e incomprensible, cada uno de nosotros no ha sido olvidado y cada uno de nosotros es amado. Amado de tal modo que el milagro de la nueva vida en Cristo se nos vuelve muy próximo y completamente realizable. Esta vida que tiene su inicio aquí abajo, y que se proyecta en la eternidad bienaventurada.

Este año, mis muy queridos, los días de la Pascua de la Natividad estuvieron marcados para todos nosotros con una profunda pena: la Iglesia Ortodoxa Rusa perdió a su primado, el Patriarca Alexis de Moscú y de Toda Rusia. Acompañamos, en el camino que todos los hombres tomarán un día, a un padre cuyo ministerio fue un ejemplo de entrega de sí por el bien de la Santa Iglesia. De ello somos todos testigos. ¡Que su memoria sea eterna!

Ahora que estamos a las puertas de una nueva etapa histórica para nuestra Iglesia, es importante preservar preciosamente el más grande tesoro que el Patriarca Alexis nos legó: la unidad espiritual de nuestra Santa Iglesia.

¡Nuevamente, les dirijo mis más calurosos votos con ocasión de la Natividad y del Nuevo Año!

Que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, nacido hoy de la Virgen, quede con todos vosotros.


+ Innokentij, Arzobispo de Corsún.

[Traducción desde el francés: Anastasio Cuberos]

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